Si pensás que el campeonato de Turismo Carretera se define con una calculadora en la mano, estás mirando otro canal. O nunca pisaste un autódromo un domingo a la mañana.
Acá no importan tanto las matemáticas. Acá importa el temple.
Se viene el Gran Premio Coronación en el Mouras de La Plata y la cosa está que arde. Venimos de una temporada en Toay que nos dejó sin aliento, y ahora todo se reduce a una sola tarde.

A un puñado de vueltas. A que no se te caiga una tuerca en el momento menos oportuno.
Si sos fanático de los fierros de toda la vida, ya sabés de qué hablo. Si te estás acercando ahora a la «máxima», prestá atención, porque lo que vas a ver el fin de semana no es una carrera más.
Es una cacería. Y además, es histórica.
Un año que cambió la historia (y complica la final)
Antes de hablar de puntos, hay que entender el contexto. Este 2025 no fue un año cualquiera. Fue el año en que el TC pateó el tablero.
Dejamos atrás (en parte) las siluetas clásicas que nos acompañaron décadas para dar paso a la Nueva Generación. Ver a los Camaro, los Mustang y los Challenger peleando la punta ya no es una rareza, es la norma.
¿Y esto por qué importa para la final en La Plata?
Porque no hay «libros viejos» que sirvan.
Los ingenieros no pueden ir a los archivos de 2022 o 2023 para ver qué puesta a punto funcionó. Esos datos eran para autos con otra aerodinámica, con otros vicios.
Llegan a La Plata casi a ciegas.
Es la primera vez que estos «bichos» nuevos definen un título en el Mouras. Y eso nivela la cancha. El equipo que interprete más rápido cómo se comporta el viento cruzado en el curvón con estas nuevas carrocerías, pega primero.
La incertidumbre técnica es total.
El blanco móvil: Agustín Canapino

Arriba de todos, mirándolos por el espejo retrovisor, está Agustín Canapino.
El «Titán».
Con su Chevrolet Camaro, llega con 189 puntos. Una barbaridad.
Cualquiera que lo ve de afuera diría: «Ya está, denle la copa, miren la diferencia que sacó».
Pero si escuchás al propio Canapino, la historia es otra. Él no te vende humo. Él sabe que su auto tiene un talón de Aquiles enorme.
El Camaro, según el propio Agustín, es el auto «con menos carga de todos».
Hablemos en criollo un segundo para entender esto.
La carga aerodinámica es lo que pega el auto al piso cuando vas rápido. Si tenés poca carga, el auto flota. Se mueve. Te exige corregir el volante veinte veces en una curva donde otro solo lo mueve una vez.
Canapino dice que en clasificación, con gomas nuevas y la adrenalina a mil, él puede tapar ese defecto. Pone «el muñeco». Arriesga más de la cuenta y saca el tiempo.
Pero la carrera final son 25 vueltas.
Con el correr de los giros, las gomas se gastan. El auto empieza a patinar más. Y ahí, la falta de carga no se tapa con talento. Se sufre. El auto se vuelve inmanejable.
Ese es el miedo de Canapino. Sabe que a una vuelta es rápido, pero en el ritmo de carrera, es vulnerable.
Y sus rivales huelen sangre.
Los cazadores: Rossi, Mangoni y Landa

Detrás del Camaro verde y negro hay una jauría que no tiene nada que perder.
Matemáticamente hay varios con chances, pero la «pelea de bar» va a estar centrada en tres nombres que le pueden arruinar el domingo al arrecifeño.
1. Santiago Mangoni (El enemigo en casa): Está a 57.5 puntos. Es mucho, sí. Pero es el compañero de equipo de Canapino en el JP Carrera.
Imaginate la tensión en ese box.
Los mecánicos comparten herramientas, comparten mates, pero en la pista, Mangoni quiere la copa tanto como Agustín. Si Canapino tiene un problema (una goma, un toque, una falla eléctrica), Mangoni es el primero en la fila para heredar la gloria. No va a levantar el pie.
2. Matías Rossi y Marcos Landa (Los que van a matar o morir): Acá está la verdadera salsa de esta definición.
Rossi con el Toyota y Landa con el Torino vienen un poco más atrás en puntos (Rossi a 63, Landa a 64.5). Parece imposible descontar eso.
Pero el TC tiene una regla, la famosa «Regla de Oro», que cambia todo el panorama psicológico de la carrera.
La maldita obligación de ganar
El reglamento del Turismo Carretera es cruel. Y hermoso.
Podés sumar todos los puntos del mundo. Podés salir segundo en las 15 fechas del año. Podés ser el piloto más prolijo de la galaxia.
Pero si no ganaste al menos una carrera final en el año, no podés ser campeón.
Está prohibido.
Y acá es donde se pone picante: Ni Matías Rossi ni Marcos Landa ganaron todavía en 2025.
Están obligados.
¿Entendés lo que significa eso para la carrera?
No les sirve especular. No les sirve «hacer una carrera inteligente». No les sirve sumar para el podio. Tienen que ver la bandera a cuadros antes que nadie.
Su única estrategia posible es el ataque total.
Si Rossi ve un hueco del tamaño de una baldosa, se va a tirar. Si Landa tiene media chance por afuera, la va a intentar. Porque si no ganan, el año perdido es igual saliendo segundo que saliendo último.
Para vos, que estás del otro lado del alambrado comiendo un asado, o en el sillón de tu casa, eso es garantía de espectáculo puro. Vas a ver a dos pilotos de elite manejando por encima de sus límites.
El escenario: El Roberto Mouras no perdona

Hablemos de la pista, porque el autódromo juega su partido.
El Roberto Mouras de La Plata es un circuito de esos que parecen sencillos en el dibujo, pero que son traicioneros.
Es un trazado plano, sin grandes desniveles, pero muy expuesto. Al estar en una zona descampada, el viento suele ser un factor clave. Una ráfaga cruzada al final de la recta puede desacomodar el auto justo cuando estás pisando el freno a 250 km/h.
Y hay un dato estadístico que no podemos ignorar, aunque los fierros no sepan de historia.
Es territorio de Ford. La marca del óvalo ganó 17 veces acá. El circuito les cae bien. Tienen buena velocidad de curva.
Dodge y Torino sufren. Dodge, por ejemplo, no gana en La Plata desde 2006. ¡18 años de sequía! Landa, con su Torino, tiene que luchar contra esa estadística y contra la física.
Y Canapino, con el Chevrolet, tampoco la tiene fácil. Históricamente es un circuito donde hay que tener un chasis «violín» para ir rápido. Justamente lo que él dice que le falta este año.
¿Por qué la diferencia de puntos puede ser una mentira?
Quizás mirás la tabla y decís: «Che, pero Canapino le lleva casi 60 puntos al segundo. Es imposible que pierda».
Cuidado.
La última fecha del TC otorga 50% más de puntos que una carrera normal. Hay casi 70 puntos en juego en un solo fin de semana.

Hagamos un ejercicio rápido de imaginación catastrófica (que en el automovilismo pasa siempre):
- Canapino clasifica mal porque el auto no tiene carga. Larga en el medio del pelotón.
- En la primera vuelta, hay un roce típico de mitad de tabla. Se rompe una llanta o se dobla la dirección. Canapino abandona o queda muy retrasado. Suma 0 puntos.
- Rossi o Landa, que salieron a matar, ganan la carrera.
Listo. Campeonato dado vuelta. El puntero pierde todo en 40 minutos.
Esa es la magia del TC. Hasta que no cae la bandera a cuadros, nadie festeja.
Qué tenés que mirar este domingo
Si no querés perderte el hilo de la novela y querés quedar como un experto con tus amigos, fijate en esto:
- La clasificación del sábado: Ahí vamos a ver la verdad del Camaro de Canapino. Si mete el auto entre los 3 primeros, respira. Si queda del 10 para atrás, prendé las velas.
- La largada de la final: Buscá los autos de Rossi (Toyota) y Landa (Torino). Van a ser los más agresivos. Tienen que saltar a la punta rápido.
- El desgaste: Pasada la vuelta 10 o 12, mirá si el auto de Canapino empieza a irse de cola. Si lo ves corrigiendo mucho, es que se quedó sin ritmo. Ahí se le van a venir encima.
Se termina el 2025. Se termina la Copa de Oro.
No te lo pierdas, porque definiciones así, con autos nuevos, pilotos viejos zorros y la obligación de ganar, no se ven todos los días.
Nos vemos en la pista.

